martes, 6 de noviembre de 2007

NORMA Y AGRESION

Así como el autoritarismo ha impregnado a las instituciones escolares de prácticas
violentas a partir de las cuales han surgido efectos indeseables, la anomia, la falta de
normas claras, contenedoras de referentes válidos para la vida en relación, ofrece a los
participantes de éstos sistemas los mismos efectos. Relación maestro-alumno que
discurre entre la discordia y la intolerancia, mantienen de manera permanente un
ambiente no agradable en cada clase, lo que igualmente dificulta el proceso de
enseñanza-aprendizaje.


Gordon expone “tres condiciones que con seguridad crean conflictos entre maestros y
alumnos:


• Cuando no existen normas y políticas claras.


• Cuando las reglas y políticas no son explicadas formalmente y por lo tanto
son difíciles de interpretarse o comprenderse (o conocerse).


• Cuando las reglas y políticas son impuestas a los alumnos por las
autoridades adultas sin la participación de los alumnos, en espacial si tales
reglas parecen injustas o irrazonables”.


Las reglas y políticas dentro de la escuela y el aula de clase siendo acordadas por el
maestro y el alumnado permiten mayor comprensión, acomodación y menor número de
infracciones por parte de los niños, además les otorga la posibilidad de reclamar o
ayudar a controlar cuando el maestro por algún motivo “pasa por alto” algo a que ellos
tienen derecho o a alguien que está incumpliendo con las normas establecidas. Claro
está, que las normas de clase sólo se pueden construir dentro del “área de libertad” del
maestro, o sea de los límites del reglamento institucional.

Pero lo anterior no ha dejado de ser un ideal, pocos maestros se dan la tarea de
sentarse al comienzo del año y establecer con sus estudiantes un reglamento interno que ayude al control de la clase y por ende al logro de los objetivos propuestos. Muchas veces el maestro piensa que los niños no tienen criterios para proponer las reglas de comportamiento, tal vez instituirán normas muy indulgentes o demasiado “tontas” y están muy equivocados porque ellos son mucho más “crueles” a la hora de opinar o hacer critica frente a los procesos que los adultos creen que son sólo de ellos.

Las reglas existentes dentro del aula que son establecidas por los maestros, están
apoyadas en el poder de las recompensas y del castigo y llegan a los estudiantes
como imposiciones, creando así un ambiente de miedo y represión lo cual a su vez
fomenta el incumplimiento, la sumisión; inhibe el desarrollo de la autodisciplina, el
autocontrol, la creatividad, el desarrollo de la cooperación y la consideración hacia las
necesidades de los demás. Igualmente, éstos estilos autoritarios de control hacen que
los estudiantes adopten mecanismos no muy agradables para el maestro: “Rebeldía,
resistencia, desafío, represalias, mentiras, escabullirse, esconder los sentimientos,
culpar a otros, chismear, copiar, hacer trampa, plagiar, dominar, fanfarronear,
mangonear a los demás” 100; actitudes agresivas con las cuales se mantiene una
continua lucha por el poder con el maestro.

El tipo de manejo que se da al descanso o recreo escolar, es una muestra clara de la
poca voluntad que muestran las directivas en pos de construir normas que favorezcan
el bienestar de los estudiantes: No implementar una política de compromiso para
maestros y directivas en el recreo, quitar los balones (porque se golpean) y no permitir
el juego de los niños (generalmente con pelota).

Erróneamente anulan los pocos espacios e implementos que posee la institución y con
los cuales los niños podrían derrochar todas esas energías acumuladas, ya que en la casa, en el barrio y en el aula no se les permite.

Los estudiantes no tienen la oportunidad de disfrutar de los descansos con los pocos
implementos así sea llevados por ellos a la escuela porque según los profesores dicen
que “no es sino para generar problemas”.

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